Tuvimos que hacer malabares

Siento que son pocos los homenajes que le hago. Ahora se amontona el amor, queremos recuperar el tiempo perdido y anticiparnos para cuando yo no esté y entonces vivimos un cuento de hadas, un amor puro e intenso, sin discusiones, con un respeto absoluto y entregados a la causa, cada uno a la del otro. Es precioso y emocionante, excitante y simpático. Un AMOR con mayúsculas, un amor convencido de amar, que quiere amar y ama, que no se esconde ni se reprime, que ni se excusa ni se miente. Nada más y nada menos que la sencillez y la complejidad, unidas para fabricar este amor gozoso que percibimos con los cinco sentidos las veinticuatro horas del día.

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Palos y más palos

El otro día leí un proverbio árabe, una de esas frases que salen en cada página de las agendas, que decía: «libros, caminos y días, dan al hombre sabiduría». Me gustó porque es cortita y al pie, como se dice en el fútbol, concisa y precisa, sin ambigüedades ni dobles sentidos, se comprende inmediatamente y, además, se está de acuerdo con ella, creo yo. Al menos yo lo estuve. Aunque después de pensar un poco ya no sé si estoy tan de acuerdo.

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El gustito de la cosa

Ayer, un amigo mío me escribió un cuento acerca de un tipo que descubre que tiene cáncer gravísimo, ante lo cual se deprime, renuncia por completo a su actividad en la vida y resulta que vive aún 20 años más. Para mi amigo, el punto en el que quería poner el acento era el hecho de que el tiempo, finalmente, es igual para todos, es decir, nadie sabe cuánto tiempo le queda de vida. Aunque después del diagnóstico de ciertas enfermedades tendemos a considerar ese tiempo como más corto y por lo tanto cambiamos nuestros hábitos de vida, no es descabellado suponer que, en rigor, el tiempo sigue siendo el mismo. Más de una vez he tocado este tema y he dicho lo mismo con otras palabras. De hecho es lo que me mantiene con vida y con la energía más alta que puedo.

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Un tiempo bien empleado

Lo más importante es el tiempo. El dinero nos sirve para intentar comprar algo de tiempo de manera indirecta. Por ejemplo: tú quieres ir a París y si tuvieras todo el tiempo del mundo podrías hacer un precioso viaje caminando de pueblo en pueblo, algunos trayectos los harías en bicicleta tal vez, en otros harías autoestop y así hasta tu destino final. Luego dedicarías semanas a conocer la ciudad, total, no tienes prisa… En cambio resulta que si quieres conocer París solo dispones de un par de días de vacaciones que los juntas con otro de asuntos propios y los dos o tres del puente de turno y se acabó. No te queda más remedio que gastarte el dinero y coger un avión para llegar lo antes posible.

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el tiempo

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Se parece a mis pulmones enfermos, pero no es más que un cactus. Todos son cactus. Hermosos ¿verdad? La naturaleza no deja de sorprendernos con sus figuras armónicas y sus colores llenos de matices. Estas fotos son de hace ya seis o siete años, pero las rescato para el fotonauta por el puro y simple placer de compartirlas con todos los que se asoman de vez en cuando a este rincón.

Escribir todos los días me está haciendo reflexionar sobre asuntos que tenía ya algo olvidados. Por ejemplo, últimamente pienso mucho acerca del tiempo, en qué emplearlo, qué hacer con el que nos sobra, cómo invertirlo… Nadie sabe cuánto tiempo le queda de vida y sin embargo casi todos actuamos como si fuésemos a vivir eternamente, sin importarnos el hecho irrefutable de que el tiempo nunca se recupera. Va hacia delante, nunca hacia atrás. Esta premisa, aparentemente sencilla y obvia, llena de lógica y archiconocida por todo el mundo, resulta una losa cuando uno la piensa de verdad, porque si el tiempo nunca va hacia atrás, quiere decir que el que hemos perdido está perdido ya para siempre y que no hay segundas oportunidades. Y esa es la clave: no hay segundas oportunidades. Es mentira que uno pueda «corregir» sus errores. No es cierto que podamos «volver a empezar». No es verdad eso de que «a la tercera va la vencida». No, no y no. No hay tercera ni segunda, sólo primera. Cada vez es única porque el tiempo jamás va hacia atrás y cada momento está rodeado de una serie de matices que lo hacen indiscutiblemente único y, por tanto, indiscutiblemente bello. Cada instante que vivimos está condenado a pasar de largo. Y así uno detrás de otro. Para siempre.

Por eso, como me dijo Carolina esta mañana, hay que valorar a la gente que nos dedica su tiempo porque nos está regalando algo que no puede recuperar.