calcetines sin pareja

No soy amigo de las cosas que no se comprenden. Ojo, no me refiero a las cosas complejas, esas por lo general me gustan, sino a las que no siguen ninguna lógica o ningún patrón y se vuelven incomprensibles. A veces estas cosas incomprensibles son bastante simples y aún así no hay quién las entienda, son hijas del caos, productos del capricho divino, arbitrarias y muy poco solemnes. Y, además, hacen daño a la vista como lo hace una falta de ortografía grabe. Por eso lo mejor que se puede hacer frente a ellas es huir, escapar lo más lejos posible como un conejo asustado y no intentar reflexionar ni darle vueltas al coco. Tampoco es aconsejable golpearse la cabeza mientras se piensa porque pueden mezclarse las ideas con las musarañas y luego se forma un follón que a ver quién es el guapo que lo desenreda.

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