dualidad

La nostalgia tiene un punto de tristeza. La melancolía también. Sin embargo uno puede sentir nostalgia y melancolía al mismo tiempo y no estar triste aunque, visto desde fuera, seguro que lo parece. Y es que desde fuera las cosas se ven de otra forma, claro, se ven como desde otra dimensión, a veces está todo más claro y a veces no se entiende nada. Desde fuera es posible asistir al desarrollo de un drama humano sin conmoverse lo más mínimo (lo podemos comprobar cada día, cuando vemos el telediario a la hora de comer) y también es posible dar con la clave de un problema aparentemente irresoluble para los que están inmersos en él, por aquello de que podemos ver el bosque sin que los árboles nos tapen. Así que desde fuera no siempre se está tan mal, ni tan bien. Todo varía en función de las circunstancias, como la vida misma.

Me parece que casi nada escapa a esta dualidad. En función del qué, cómo, cuándo, dónde y porqué, veremos que lo bueno pasa a ser malo y lo malo pasa a ser bueno. Yo, desde luego, estoy mucho mejor fuera, que dentro del hospital. Pero eso es sólo porque ya estoy bien. Cuando estaba mal, estaba mejor dentro que fuera. Ya se que parecen afirmaciones de perogrullo, pero no siempre son tan simples. Tal vez si tuviésemos esta dualidad presente nos evitaríamos muchos disgustos innecesarios, muchas discusiones y alguna que otra pelea. Lo digo porque me doy cuenta de que, por lo general, la mayoría de la gente tiende a etiquetarlo todo con mucha facilidad y no tienen en cuenta las circunstancias. Por ejemplo: «la guerra es mala», o «los niños son inocentes», o «la infancia es un periodo feliz», o «el trabajo dignifica»… pues no sé. A veces sí y a veces no. Como dice la canción, todo depende. Lo que pasa es que si usamos etiquetas, es todo mucho más fácil, nos ahorramos pensar, por eso cada vez etiquetamos con mayor alegría y desparpajo.

Así somos, qué le vamos a hacer. Así es esta sociedad en la que vivimos, tan dual y tan injusta, sobre todo eso, tremendamente injusta. Los cuatro tuercebotas de siempre nos llevan donde quieren y hacen con nosotros lo que les da la real gana. Mantienen a la gente inculta y torpe, con miedo y con prejuicios, enferma de la cabeza y del alma, sabiendo que siempre ostentarán el poder y que ni siquiera una revolución a gran escala será capaz de cambiar las cosas.

Desde que el mundo es mundo, el primero va antes que el segundo.