Mi aporte de hoy

Más color del rastro. El otro día me decía Gabi Dakoff, que era como un caleidoscopio gigante de colores. Me encantó esa forma de verlo y esa expresión. Encantadora. Aunque pueda parecer repetitivo, me parece que el color nunca está de más. Es un valor interesante dentro de la fotografía, sobre todo en este tipo de imágenes cuyo único valor es precisamente ese, que son coloridas, que no informan de nada ni cuentan nada en absoluto. Cuando la imagen pretende contar algo más, el color puede volverse en su contra y llevarse toda la atención del espectador, pero en este caso no es así porque lo único que hay es color.

Color y buenas intenciones, claro.

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Sonrisa puesta

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Amanece y los fantasmas de la noche dejan paso a los fantasmas del día. Las pesadillas cambian de aspecto pero siguen siendo igual de aterradoras. Aunque en realidad son más aterradoras a la luz del sol porque uno no tiene dónde esconderse, no hay tinieblas a las que acudir en busca de protección ni amuletos mágicos que te saquen de algún apuro. Aquí estás tú solo, sin la posibilidad de despertar cuando ves que la cosa se pone realmente fea. Es desesperante salir de una pesadilla en la que te persiguen los monstruos y abrir los ojos para comprobar que ya no te persigue nadie pero tienes cáncer.

Casi prefiero seguir huyendo de los monstruosos seres de la noche, que enfrentarme a la monstruosa realidad de cada día.

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universo inagotable

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El Rastro es un universo inagotable. El obturador se vuelve loco y el ojo echa chispas nada más llegar. Claro que el que haya muchas imágenes no te garantiza que tus fotos vayan a ser buenas. Lo que sí te garantiza es que vas a disparar mucho, eso sí. Luego ya se verá la calidad del resultado.

Me dicen que es una señal positiva esto de salir a «fotear», que es buena cosa y es un indicio de que el tumor no es tan poderoso y empieza a sucumbir bajo los efectos de la quimioterapia y de la voluntad. Yo no me lo creo. Simplemente espero. Que sea lo que tenga que ser, total, no puedo hacer nada más que intentar vivir. En realidad no hago todas las fotos que me gustaría hacer, no puedo tirarme al suelo, por ejemplo. La enfermedad me limita pero, aún así, intento no decaer y tirar «palante». «¡Echale cojones!», me decía el otro día un amigo en una carta.

Pues eso.

de paseo por mis propias dudas

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Dedicamos la mañana del domingo a pasear por El Rastro. La idea era tomar un par de fotos y pasear un rato. Finalmente nos entusiasmamos y estuvimos casi 5 horas. El resultado fue una colección de imágenes mediocres y un dolor insoportable durante toda la tarde y todo el día siguiente.

Pero a pesar del dolor y de las dudas, siento que vivir es la mejor manera de sentirme vivo.

Tener que llegar a estos extremos para darse cuenta de algo tan simple… en fin, parece ser verdad eso de que uno no sabe lo que tiene hasta que empieza a perderlo.