Una de las cosas que más echo de menos es el mar. Mal asunto si uno vive en Madrid y lleva colocada una bolsa de drenaje en un pulmón. Ambas cualidades imposibilitan una visita al ansiado océano y en este verano que empieza… qué difícil va a ser. Yo siempre fui muy de agua y tuve la suerte de vivir al lado del mar en muchas ocasiones (Barcelona, Lanzarote, Alicante, Palma, Brasil, Argentina…), algunas de las cuales fueron enormes privilegios para mí por la situación de las playas y las características de mi vida allí, como por ejemplo Brasil, donde trabajé de guía turístico en un pueblo llamado Arraial D`Ajuda y nos íbamos a navegar una vez por semana y a bucear casi todos los días. Así durante más de un año.
No sigo. Están a punto de caerme las dos primeras lágrimas, esas que parecen tímidas pero que terminan convirtiéndose en un torrente de nostalgia y dolor. Es duro recordar. Jamás pensé que lo fuera, pero lo es. Al menos para mí. Y me parece muy injusto porque mi pasado está repleto de situaciones maravillosas y excepcionales, lleno de anécdotas que merecen ser contadas y de capítulos que no merecen ser tomados a la ligera. Nadie me dijo que iba a ser tan difícil dejar atrás mi propia vida. Nadie me explicó las reglas del juego. Nadie me hizo entender que cuando uno pasa, pasó y ya está, nunca más, nunca igual, nunca parecido.
Elegí mal momento para tener cáncer. Si hubiese esperado quince o veinte añitos más seguramente no sería tan terrible ¿no? ¿O acaso una tragedia como el cáncer es siempre terrible? No lo se, la verdad, porque a la espantosa naturaleza del hecho en cuestión, es decir que se descontrolen un par de células locas y se empiecen a reproducir a lo bestia y a comerte por dentro, hay que añadir en mi caso que soy bastante joven como para estar ya metido de lleno en algo así. Cuarenta y un años no es edad para pensar en la muerte. Ni es edad tampoco para que te duela tantísimo recordar tu propia vida. No puede ser que deba resignarme desde ya a nadar entre las olas del mar. Me niego. Me niego aunque no sirva de nada negarse. Me niego hasta tal punto que creo ver algo parecido al mar en las cuatro imágenes de hoy.
Seguramente he tomado mucho el sol y me estoy volviendo loco.
Bendita locura si me acerca al mar.
Qué bonito escribes! El mar, cómo se echa de menos cuando no lo tienes cerca…Pero ahí está, esperándote para cuando vuelvas.
Me gustaMe gusta
Gracias Miss Peach. Es un honor ese piropo. Un beso enorme.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Aquí nos gusta escuchar, Y … no interrumpimos 🙂 Seguro que hay anécdotas muy bonitas! Cuando quieras.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es difícil. Como digo me resulta muy difícil y muy doloroso, así que no se. Me parece que de momento me mantendré como hasta ahora, divagando sobre cosas cotidianas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Las fotos, por cierto, son del mar. Porque el mar fue lo primero que exisitió y que todo lo cubría… el mar , yo también lo hecho de menos, aunque tengo lagos por aquí, muy hermosos, tranquilos, vamos de pesca.. pero el mar, el mar! Es mi elemento. El Mar Mediterráneo, el mar de Alejandría! El mar caribe, aunque no tanto como el de Alejandría. Los añoro, el mar tiene su nostalgia, es verdad.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Iré. Tengo que ir al mar aunque sea una vez más en mi vida.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues Irás, Aceituno!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Te comprendo perfectamente cuando dices lo de recordar momentos pasados y verte invadido por la nostalgia y el dolor. Nuestras situaciones son muy distintas, pero sé lo que sientes. Seguiré atento, me encanta la fotografía, aunque yo no sea más que un novato 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro mucho de tenerte por aquí y de que que comprendas mis emociones. Y también me alegro mucho de que te gusten mis fotos. Un placer tenerte en el blog. Te mando un kilo de abrazos para ti.
Me gustaLe gusta a 1 persona