matices de marengo

Una aguja y un poco de hilo, eso es todo. La gracia, en este caso, está en el tamaño gigantesco del conjunto. La imagen fué tomada en el «Parque de las Esculturas» de Santiago de Chile, hace ya un par de años. Desde luego mucho antes de que me sintiera enfermo.

Una época de mi vida en la que aún no tenía ni idea de la existencia de «El fotonauta».

Una época en la que había muchas cosas por remendar pero muy poca conciencia de ello, muchas ideas fantásticas pero mucha desidia y mucha pereza.

Una época en la que creía saberlo todo y estaba dispuesto a comerme el mundo, sin darme cuenta de que no sabía casi nada y de que el mundo estaba a punto de comerme a mí.

Una época en la que aún no sabía que cada instante es único y pensaba que, siendo tan joven, sin duda me daría tiempo de hacer todas las cosas que quería hacer.

Ahora, cada vez que lo pienso me doy tanta rabia a mí mismo…

En aquella época hubiese necesitado poner algunos parches, remendar algunas heridas de guerra de las miles de batallas vividas y coser esos desgarros que la vida va dejando tras de sí en el corazón, la cabeza y el alma, pero yo no lo sabía. El hilo estaba perdido en el cajón de sastre que era mi existencia. Imposible, pues, cualquier intento de enhebrar la aguja y ponerme a coser.

Lo único que hacía era dejarme llevar por la invisible corriente del día a día.

Por suerte ahora sé pensar de otra forma. Trato de ponerme manos a la obra y no caer en la tentación de la nostalgia. Porque la nostalgia no es más que eso: una tentación de color gris perla con matices de marengo.

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